Granada, España
El silencio de las bicicletas de Francisco Beltrán Sánchez
Por José María Cotarelo Asturias (Escritor y periodista)Por José María Cotarelo Asturias
(Escritor y periodista)
Llega a mí de unas generosas manos amigas el último poemario de Francisco Beltrán Sánchez, “El silencio de las bicicletas”, que viene avalado por el premio de poesía Avant 2023 Ciudad de Ceuta y editado por la misma editorial en 2024. El poemario se presentará el próximo martes 24 de septiembre a las 19 horas en la Biblioteca Pública Municipal Federico García Lorca de Fuente Vaqueros, donde acompañarán al autor, el alcalde, Juan Manuel Molino Alberto, la escritora y prologuista Victoria E. Muñoz Jiménez y la presentadora del acto, la bibliotecaria municipal, Mercedes García. Algunos de los poemas serán recitados por Lola García, Gabriel Martínez, Alba Mesa y personal del grupo de tertulias literarias de la biblioteca.
Beltrán es licenciado en ciencias químicas por la Universidad de Granada. Fue profesor, ganadero, técnico de laboratorio y agricultor, además de dirigir varios eventos culturales. Y es poeta. En su nómina, varios libros: “Hilvanes de agua” (2014) “Al abrigo del frío” (2017), “Inercia” (2018), “Sueños dispersos” (relatos, 2015), o “Garabatos de un violín viejo” (2023,) además de haber participado en varias antologías.
Ya en el prólogo de Victoria Eugenia Muñoz habla de la generosa evolución poética de Paco “y en esa evolución alcanza a su propio yo más íntimo en su último poemario publicado, “Garabatos de un violín viejo,” … Francisco combina de manera magistral la poesía meditada, trabajada, medida hasta el virtuosismo, con el verso repentista surgido inesperadamente ante cualquier estímulo que despierta sin avisar al artista que lleva dentro”.
La poesía de nuestro autor indaga en la comprensión de sí mismo. Este es un bien que suele ser común a una gran mayoría de poetas; tratar de comprenderse, para comprender el mundo. Por eso el poeta se interioriza, para saber algo de sí mismo y, por ende, de su especie. En la poesía se dan los rasgos fundamentales del tiempo que nos ha tocado vivir y de ese otro tiempo de lo que somos heredad y a la vez, destino. La cultura, en general, mantiene nuestro espíritu en constante agitación y es lo que, desde un punto de vista filosófico y hasta científico, nos mantiene, nos eleva, nos da vida. “En la exacta finitud a ras del suelo duerme la ventura:/ todo empieza porque todo acaba”.
En los poemas de Beltrán hay una suerte de juego de espejos infinitos que se hacen preguntas y se responden con un eco mil veces repetido como si ya supieran las respuestas. “Se mantiene los legados que se sueñan/ en el silencio obligado de las bicicletas”.
Todo poemario tiene sus complejidades, sus pasadizos secretos en los que el poeta parece haberse refugiado en algún momento y al tratar de transcribir en la blanca página esas sensaciones se da cuenta de que todo fue un proceso para poder manifestar al mundo esos conocimientos, esas “revelaciones” nacidas de la interiorización. En este poemario tuvo mucho que ver el confinamiento, esa introspección, ese mirarse hacia adentro, ese saber que todo es frágil, breve, que apenas somos nada más que sentimientos y que de ellos nacen los versos: “Te preguntaste / en este/aquel tiempo de exilio, / ante el infinito de la incertidumbre, / cuando acaban los destierros…”. Quizá ese tiempo de reflexión fue un buen momento, no sé si perdido, para pensar en muchos conceptos humanistas, en el ser humano como ente y parte de un todo, que por un instante tuvo la oportunidad de imaginar que todo iba a ser mejor, que nuestra raza podría ser mejor y que al alzar de nuevo el vuelo seríamos otros, mejores, distintos…
La poesía de Paco Beltrán tiene mucho de sedimento de lecturas, es como una morrera mezcla de ideas, de contenidos, de emociones que se han ido adhiriendo a su piel. Su poesía se compone de ricas metáforas, de imágenes muy sugestivas y de una visión social y humanista de la que ha bebido en su largo caminar por la senda de la vida pegado a su Vega, a su tierra. “Sobre el páramo no quedan deltas, / ¿aún quedan preceptos de estaciones? / En esta muda vorágine, / la añoranza de la lluvia ya es costumbre; / las llaves del agua se han vestido de herrumbre”. Y sin embargo “qué lejos los ángeles de la infancia, qué cerca la confusa geometría de la memoria ácima”.
Su reivindicación para salvar la Vega granadina tiene reflejo en el título de este libro y es precisamente en el símbolo de la bicicleta, que configura una típica estampa campesina que aún hoy puede verse en alguno de los pueblos del cinturón. Un símbolo en sí mismo muy significativo.
Beltrán, en su madurez poética, desarrolla mucho el concepto de Heidegger, que sostiene que el ser humano no es un individuo aislado, sino que siempre está inmerso en un contexto social, cultural e histórico. Ser en el mundo implica una relación con el entorno y con los demás seres humanos, y esta relación influye en la forma en la que comprendemos el ser y la realidad. Y en lo poético le viene al pelo aquello que dejó escrito el filósofo: “Poetizar es propiamente dejar habitar. Ahora bien, ¿por qué medio llegamos a tener un habitáculo? Por medio del edificar. Poetizar, como dejar habitar, es un construir”.
Regresemos al prólogo de Victoria Eugenia:” Dejemos que los versos de Francisco Beltrán entren en nuestro corazón y abran, con una llave mágica, esa puertecita que nos lleva a un mundo de “relojes sin horas” donde su “lenguaje de silencios” acune nuestros sueños “en las noches de luna en vela” … “para ponerle alas a los sueños”.