Feminismo uruguayo en la encrucijada histórica

Por Aldo Solé Obaldía, docente, historiador, escritor y crítico cinematográfico y literario uruguayo.
miércoles, 24 de noviembre de 2021 · 21:13

Por Aldo Solé Obaldía

(Especial para El Diario de Carlos Paz, desde Uruguay)

El autor de la nota Aldo Solé Obaldía y el director de El Diario de Carlos Paz, Pedro Solans en el mítico café Facal de Montevideo.

 

En un país donde los avances en materia de derechos e igualdades han sido una constante histórica, llama la atención algunos aspectos descuidados por el feminismo. En este asunto, los mitos conviven con los descuidos. De modo, que, nos estamos acostumbrando en esta materia, a que también los recordatorios vengan de la mano de las falsedades.            

Felizmente se recuerda cada vez más, que en un plebiscito local (en Cerro Chato) de 1927, las mujeres de la localidad votaron por primera vez en toda América Latina. Sin embargo, nunca se recuerda a la primera mujer que integró una fórmula presidencial. Por su parte, la memoria sobre el ingreso de la mujer al Parlamento, está lleno de errores, en la que los políticos reiteran y los historiadores descuidan. 
Resolvamos varios dilemas, para ver cuánto hay de consciente en estos descuidos. Será oportuno, entonces, hacer algunas precisiones.

La lucha por el voto femenino fue larga, como largo el camino constitucional desde la previsión a la aceptación.
En 1919 se conformó la Alianza Uruguaya de la Mujer para luchar por todos los derechos de las mujeres. Ese año, entraba en vigencia la segunda constitución de la república, que ya preveía la implementación del sufragio femenino. Sin embargo, recién en 1932 se consagra por ley. Recién la Constitución de 1934 lo incluye, para ponerlo en práctica en las elecciones de 1938. 

Las elecciones del 38, además de ser la primera vez que comunistas y socialistas se unieron en un frente, fue la primera elección nacional en la que votó por primera vez la mujer. Pocos antecedentes había en el mundo. En esa oportunidad, se presentó a elecciones el Partido Independiente Demócrata Feminista. Estaba integrada exclusivamente por mujeres. Su titular era Sara Rey Álvarez. Solo presentó una lista a Diputados. Muchas mujeres luchadoras por sus derechos, como las hermanas Luisi, vieron acertadamente a dicho partido, como un error estratégico: las mujeres no debían tratar de excluirse en un partido propio, sino de integrarse a los partidos. 

Curiosamente, en dichas elecciones, no solo apareció un partido de mujeres. También apareció uno de negros: Partido Autóctono Negro (PAN). Su líder era Salvador Betervide, quien fallece antes de las elecciones, siendo sustituido por Mario R. Méndez. 

Pero aquellas elecciones dieron para más. Entre otras curiosidades, aparece también La Concordancia. Era nada menos que el partido de Domingo Tortorelli, con sus extravagantes propuestas. Ofertas anecdóticas y de escasísima cosecha electoral. Sin embargo, Tortorelli, fue en muchas cosas un adelantado, no solo por ser el primero en hacer campaña conversando con los vecinos en la feria o por propuestas que resultaron más futuristas que surrealistas, como la de techar el Estadio Centenario. También fue el primero en completar una fórmula con una mujer. 
En su primera postulación, lo acompañó Adela Manrrupe, que curiosamente, había sido también su maestra de Escuela. También había sido maestra de Luis Batlle Berres y Andrés Martínez Trueba, entre otros ilustres políticos. 
Pronunciaba jacarandosos discursos, desde el balcón de su casa en 18 de Julio y Juan Paullier, donde lograba reunir un numeroso público burlón que se divertía aclamándolo con ironía. Y por si faltaban curiosos, Tortorelli acordaba con el bar de la esquina frente a su casa, servir cerveza gratis mientras durara la oratoria. “¡Acá llegó el patriota Tortorelli!”, pregonaba su esposa, luego de hacer sonar una corneta. Y bajo el balcón, un gran cartel, con inscripciones como “el Salvador de la Patria”. Prometía bajar a la mitad el precio de la yerba, el azúcar y el vino; colocar una canilla de leche en cada esquina y trazar una carretera desde Rivera a Montevideo para que todos pudieran traer contrabando y que fuera toda en bajada, para ahorrar combustible y otra a la inversa. Promovería una ley que garantizara a cada uruguayo un empleo público al cumplir los 18 años y decretaría que la jornada laboral no durara más de 15 minutos. Y ya que uno de los problemas históricos del país era su baja tasa de natalidad, proponía el matrimonio obligatorio para todos los solteros que hubieran cumplido los 25 años. Si bien inspiró muchas futuras parodias de la política uruguaya, lo curioso es que no hizo su campaña para divertirse, como muchos casos posteriores, sino convencido en su proyecto. Nunca obtuvo más de 50 votos. Esta parodia viviente, quedó como tantos recuerdos de los uruguayos, en la nostalgia de un tiempo feliz. Pero hay algo más. Tortorelli, un personaje que parecía más salido de Disneyladia, que, de unas elecciones nacionales, venía a encarnar un tiempo moderno, en la que los políticos quedaban más expuestos ante los medios y una ciudadanía más atenta. En todo caso, el máximo error de Tortoerlli, fue el de crear su propio partido. En un país absorbido por el bipartidismo, muchos políticos que no eran más lúcidos que él, preferían hacer su cómoda carrera política dentro de los partidos tradicionales. 

Pero, ¿podrán querer recordar las feministas uruguayas que la primera mujer en integrar una fórmula presidencial lo hizo acompañando a Tortorelli, y que, para colmo, era su esposa y su antigua maestra de escuela? La pregunta parece contestarse sola. Tendríamos, entonces, resuelto el primer dilema. 
En las elecciones de 1942, Tortorelli es acompañado por Luis Pagani Simón.

No fue precisamente por La Concordancia, entonces, que fue un gran año para el feminismo uruguayo. Pero, en dichas elecciones, llevaron por primera vez al Parlamento, no a una sino a cuatro mujeres. Ingresaban dos a la Cámara Baja y dos a la Cámara Alta. Y fueron las primeras senadoras, no sólo en Uruguay, sino en toda Sudamérica. 
Entraban en Diputados, la comunista Julia Arévalo de Roche y la colorada Magdalena Antonelli Moreno y, en el Senado, Sofía Álvarez Vignoli e Isabel Pinto de Vidal. Ambas coloradas: Pinto, batllista y Álvarez, riverista. 
Y recién en estas elecciones, aparece Julia Arévalo integrando la fórmula presidencial, junto a Eugenio Gómez. 

Algo suena raro nuevamente. ¿Acaso, no se ha dicho hasta el cansancio que Julia Arévalo de Roche fue la primera senadora? ¿Acaso, no se ha dado a entender de carambola, que fue la primera mujer legisladora y de yapa, que fue la primera mujer en integrar una fórmula presidencial? 

Nada de eso es verdad, y, sin embargo, he podido constatar que politólogos e historiadores repiten con facilidad un mito largamente instalado. Arévalo llegaría al Senado, recién en el período siguiente (1947 - 1951). 
Aún, así, el error ha sido persistente. Hace algunos años, se colocó un cuadro de Julia Arévalo en el Palacio Legislativo. No hace falta recordar qué se dijo de ella. Posteriormente, se inauguró en Montevideo un complejo de viviendas que lleva su nombre. No hace falta insistir en qué se dijo de ella. 
Evidentemente, el Partido Comunista no ha perdido el tiempo a la hora de sacar provecho del recuerdo de la camarada Julia. Y es que cuando uno viaja solo en un colectivo, decide donde sentarse. 

Y la pregunta aquí es, ¿por qué el Partido Colorado no ha hecho sus descargos, si de las cuatro mujeres, tres eran de su colectividad? 
Observemos qué hay ahí.

La batllista Isabel Pinto (1885 - 1969) era abogada y fue la primera mujer en presidir la Asamblea General. Razón más que suficiente para homenajearla desde una perspectiva de género. A lo que hay que sumar que, en 1945 fue la única mujer en integrar, en su calidad de senadora, la Delegación del Uruguay a la Conferencia de San Francisco, la cual estaba encabezada por el presidente José Serrato y en 1951, publicó un libro muy significativo para el asunto de género: El Batllismo, precursor de los derechos civiles de la mujer. Entre la primera de apenas dos mujeres en presidir el Ateneo de Montevideo, entre 1954 a 1955.[1] En 1953 integró la Delegación del Uruguay que asistió a la VIII Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Toda una perla para recordar. 
Sin embargo, en una era en la que tantas mujeres se embanderan con los desafíos de genero para hacer carrera política, el feminismo uruguayo se ha olvidado de tenerla en su lista de memoria.

Sofía Álvarez (1899 - 1986) también era abogada y se graduó con medalla de oro. Aunque hizo carrera política en el Partido Colorado, provenía de una familia blanca. Publicó dos libros sobre los derechos de la mujer (1933 y 1952) y uno sobre los derechos del niño (1942). En la Facultad de Derecho, conoció a su futuro esposo, con quien tendría dos hijos, otro abogado de prestigio y destacado correligionario. Nada menos que Alberto Demicheli. Con lo que queda resuelto otro dilema. ¿Quién va a homenajear a una mujer que fuera la primera dama de un dictador? 

Arévalo y Antonelli eran del interior. Arévalo era de Barriga Negra, Lavalleja y Antonelli de San Carlos, Maldonado. 

Magdalena Antonelli (1877 - 1955) era una maestra que también se destacó en su lucha por la conquista de los derechos civiles de la mujer. Felizmente, su ciudad no se olvidó de recordarla con una calle. 

Después de un período de ausencia, en las elecciones de 1950, reapareció Tortorelli, con La Concordancia y otra vez acompañado por una mujer, ahora, su cuñada Anatolia Manrrupe, hermana de Aurelia. Pero esta vez, perdió 2 votos. 
La mayoría de los hombres que se postularon más de una vez a la Presidencia de la República en este país, no lo hicieron acompañados de una mujer. ¿Y quién con dos mujeres, como Tortorelli? 

El Uruguay de tantos hitos en materia de derechos y reconocimientos a las mujeres, no tuvo el honor de tener la primera mujer latinoamericana en postularse a la Presidencia. Ese mérito, irónicamente, le correspondió al país más machista de las Américas: El Salvador de la exquisita Prudencia Ayala. 

El feminismo uruguayo ha descuidado mucho su historia de mujeres pioneras en la política y la lucha por sus derechos. Confusiones, descuidos es profeso, mentiras, mitos reiterados, son parte de una verdad incómoda, donde la memoria se vuelve políticamente incorrecta.

 

[1] Hay que esperar diez años para que aparezca la otra mujer: la escritora Laura Cortinas (1965).

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