Se agrava el conflicto en medio oriente

Israel invade El Líbano, el mundo mira

Por Mariano Saravia, Magister en Relaciones Internacionales.
martes, 1 de octubre de 2024 · 12:31

Luego de asesinar el fin de semana a Hassan Nasralá, el líder de Hezbolá, en la madrugada de este martes, Israel comenzó la invasión de El Líbano. Una nota del sábado pasado en este diario fue titulada como «El cruce del Rubicón», en alusión a que el gobierno de Benjamín Netanyahu no tiene vuelta atrás. Ahora cruzó la frontera e invadió a su vecino, en abierta violación a todas las leyes internacionales. La invasión está encabezada por tropas de la División 98 de paracaidistas y de la Séptima Brigada acorazada. Es lo que Netanyahu llama «segunda fase de la guerra» que lleva contra la población civil palestina y que en un año ha dejado más de 45 mil muertos, la inmensa mayoría civiles, y entre ellos al menos 6 mil mujeres y 11 mil niños, según la ONG española Oxfam Intermón.

En El Líbano, en tanto, Israel ya lleva asesinados más de 3 mil personas, y ha generado un millón de desplazados. El Reino Unido envió el lunes un avión chárter para evacuar a todos sus ciudadanos del país, mientras que el mundo entero sigue mirando cómo un Estado paria que se ha puesto al margen de la ley internacional, sigue masacrando población civil de sus vecinos. Por muchísimo menos que esto, «la comunidad internacional» condenó a Vladimir Putin, que ocupó los territorios del Donbás, históricamente rusos. Aquí hay una invasión abierta de otro país, y las reacciones son ambiguas. Muchas declaraciones, pero no hay sanciones, ni bloqueos ni boicots como sí los hay contra otros países.

Es cierto que el Papa Francisco y el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, han denunciado como inaceptable el comportamiento de Israel, pero ninguno de los dos tiene poder real. El resto de los países sigue mirando cómo el régimen neofascista de Netanyahu masacra, invade, ocupa a otros pueblos. Con la excusa del terrorismo, este lunes Israel atacó con misiles el mayor campo de refugiados palestinos de El Líbano, Ein el-Hilweh, dejando al menos 5 muertos más en la lista.

Según Netanyahu, el objetivo es borrar del mapa tanto a Hamás como a Hezbolá, y recién ahí, habrá paz, estabilidad y todos serán felices en Medio Oriente. Un argumento fácilmente refutable, porque los problemas en Medio Oriente vienen desde 1948, cuando se creó el Estado de Israel sobre tierras que estaban habitadas por palestinos. Hezbolá se fundó en 1982, a partir de una de las tantas invasiones israelíes (como la que está sucediendo hoy). Y Hamás, recién en 1987. Antes de que existieran Hezbolá y Hamás, hubo cinco guerras abiertas de Israel con sus vecinos árabes (1948, 1956, 1967, 1973 y 1982). Por lo tanto, tanto Hezbolá como Hamás son la consecuencia de un conflicto previo y no su causa.  

Milei nos pone en peligro

En tanto, el gobierno argentino es prácticamente el único, junto a Estados Unidos, en apoyar la política guerrerista y genocida de Israel. La oficina del Presidente aplaudió el asesinato de Nasralá, líder de Hezbolá, que es un partido político con representación parlamentaria en Beirut. Esa actitud significa involucrarnos de lleno en una guerra que no es nuestra, en vez de hacer lo que todos: al menos llamar hipócritamente al diálogo y mantener cierta neutralidad.

Ya lo dijo el propio Javier Milei la semana pasada en su discurso ante la Asamblea General de la ONU: «La Argentina abandona su histórica política de neutralidad» para ponerse decididamente del lado de Israel y Estados Unidos en todas las aventuras bélicas que emprendan. Por muchísimo menos que esto, la política exterior del menemato nos granjeó tres atentados y cientos de muertos argentinos: en 1992 el ataque a la Embajada de Israel, en 1994 contra la AMIA y en 1995 contra la Fábrica Militar de Río Tercero.

Pero como si no fueran pocos los desvaríos en política exterior del presidente, este domingo estuvo en el programa de televisión de Susana Giménez y habló de su «panquequeada» respecto a la República Popular China. Antes, se había cansado de despotricar contra el gigante asiático y había repetido una y otra vez: «Yo con comunistas no negocio». Ahora, en el programa de Susana dijo: «Me sorprendieron gratamente los chinos porque negocian sin pedir nada». Aquí demuestra el presidente no sólo su supina ignorancia en política internacional, sino también su falta de pericia en lo que él dice que sabe: economía. Es imposible que una persona sensata piense que, en cualquier tipo de negociación, una de las partes no pida nada. Los chinos son ya una potencia mundial, y en ascenso, y pueden ser cualquier cosa, menos tontos.

Es cierto que China actúa muy diferente a como han actuado históricamente Europa y Estados Unidos. No tiene las políticas imperialistas y agresivas a las que nos tienen acostumbrados las potencias occidentales. Pero eso no significa que sean una entidad de beneficencia. China busca también sus propios beneficios, quizás con un esquema «win-win» (gana-gana), pero, sobre todo, busca alinear a sus socios comerciales en sus objetivos políticos: buscar un mundo multipolar y más pacífico y seguro. Es decir, todo lo contrario a lo que busca Milei en su alineamiento acrítico con el eje Washington-Tel Aviv.

El presidente, como todo ignorante, hizo gala de esa ignorancia, bromeó con la ex diva de la televisión (otra vez el rating cayó estrepitosamente) y dijo que iba a Beijing a principios del año próximo «a manguear» y que, ya que estaba, les iba a pedir un taxi volador para la conductora. Reírse de esta manera, tomar por tontos a quienes uno va a buscar como salvavidas, pareciera no ser la mejor estrategia para un gobierno que hace agua por todos lados y necesita oxígeno de afuera para darle un respirador artificial a una economía ahogada entre la inflación y la recesión.

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