El mundo convulsionado
Cuando no se aprende de la historia
Por Mariano Saravia, Magister en Relaciones Internacionales.Hace poco tiempo, el mundo se sorprendía porque el nazismo entraba al Bundestag (el congreso alemán) después de 90 años. Era una muestra de que el avance del neofascismo no era una exclusividad de Argentina, Brasil o Estados Unidos. También la «civilizada» Europa sufre este embate de la extrema derecha, después de todo lo que ha vivido en el siglo 20.
Pero ahora hubo elecciones generales en Alemania para elegir nuevo gobierno, y ese nazismo, aggiornado por supuesto y con otras ropas, pero la misma esencia, salió segundo y volvió a sorprender al mundo. En los estados que otrora fueron la Alemania Oriental, ganó el neonazismo, y a nivel general llegó al 20%, sólo por detrás de la derecha más tradicional que obtuvo el 29%.
El líder de la Unión Demócrata Cristiana (derecha) y futuro canciller (así es el título del titular del ejecutivo en este sistema parlamentario) es Friedrich Merz, un empresario millonario de 69 años, ex ejecutivo de Black Rock, para más datos. Luego de haber coqueteado en el pasado con los neonazis, ahora dijo que respetará el llamado «cortafuego» (en España le llaman cordón sanitario) para aislar a la extrema derecha, y que, por tanto, está dispuesto a negociar con los socialdemócratas (lo que queda de la centroizquierda) que sacaron apenas el 16%, el peor resultado de su historia. Hasta ahí nada del otro mundo.
El problema está en el programa de gobierno que trae Merz bajo el brazo, que no es otro que el típico programa neoliberal, pero potenciado por la moda de la motosierra. Ha prometido menos gasto social en general, terminar con los subsidios, menos empleo público. Es decir, menos atención del Estado a los más vulnerables y, por supuesto, una política anti inmigración. Del otro lado, menos impuestos a los ricos, con el viejo verso de que eso favorecerá la inversión.
Como se ha comprobado en todos los lugares del mundo donde se ha aplicado, esa típica receta neoliberal tan típica de los años 90 (¡hace 30 años!), lo único que genera es recesión para la economía y miseria para el pueblo. Ante ese camino inevitable, políticamente el panorama será cada vez peor, porque el Partido Socialdemócrata no podrá criticar porque será parte, y entonces… ¿quién creen ustedes que se fortalecerá?. Exactamente, el neonazismo.
No se aprende de la historia, porque en todos los lugares donde las políticas neoliberales destruyeron los pocos avances de la democracia y del Estado de bienestar, luego vino un líder mesiánico de tintes neofascistas.
El espejo ucraniano
En el caso de Ucrania, la cuestión es peor todavía. Porque desde hace tres años, y con razón, Rusia nos viene diciendo que hay que «desnazificar» a Ucrania. Ahora, Estados Unidos da un vuelco en su posición con el nuevo presidente Donald Trump y deja de apoyar a Ucrania para acercarse a Rusia. Aparentemente y por las versiones rusas, Washington entiende las decisiones de Moscú, y sobre todo la de iniciar esta guerra hace tres años para que Ucrania no se transforme en una base de la OTAN. Hasta ahí, más o menos entendible.
Pero ante esta nueva situación, y con una Ucrania ya destruida, Trump asume que la guerra debe terminar y que su país debe salir beneficiado. Para eso, negocia a espaldas de Europa y trata de imponerle a Volodimir Zelenski condiciones inhumanas. Le quiere cobrar 500 mil millones de dólares que, supuestamente, Estados Unidos le dio en ayuda militar. Quiere quedarse con la mitad de todos los recursos naturales, sobre todo las tierras raras y los hidrocarburos, y con la totalidad del fabuloso negocio de la reconstrucción de lo que quede de Ucrania.
Tampoco aprenden de la historia, porque están repitiendo lo de hace 100 años. Cuando terminó la Primera Guerra Mundial, los aliados en el Tratado de Versalles le impusieron a Alemania unas condiciones humillantes, entre otras, el desmembramiento y la entrega de sus recursos naturales, principalmente las minas de la región aledaña al río Rin. Eso, más la imposición de millonarias compensaciones de guerra, llevó a Alemania a una hiperinflación y, sobre todo, a una humillación nacional que dio lugar a la irrupción de un proyecto mesiánico como el de Adolf Hitler.
Hoy, entonces, es incomprensible que, si se reconocen elementos neonazis en Ucrania, la estrategia sea repetir, a grandes rasgos, lo que se hizo con Alemania hace más de 100 años. Caído en desgracia Zelenski, no tardará en aparecer alguien mucho peor.