La sangrienta historia de “La Perla”, el campo de exterminio de Córdoba

Los horrores de “La Perla” todavía sacuden a la sociedad cordobesa. Fue el mayor campo de detención, tortura y exterminio que tuvo la Provincia de Córdoba y escenario de una historia de terror y muerte. El predio del ex centro clandestino se encuentra ubicado sobre la autopista que une las ciudades de Córdoba y Carlos Paz.
jueves, 17 de marzo de 2016 · 14:10
Carlos Paz. Los horrores de "La Perla” todavía sacuden a la sociedad cordobesa. Fue el mayor campo de detención, tortura y exterminio que tuvo la Provincia de Córdoba y escenario de una historia de terror y muerte. El predio del ex centro clandestino se encuentra ubicado a la vera de la autopista Córdoba-Villa Carlos Paz y funcionó bajo la órbita del Tercer Cuerpo del Ejército en los años más oscuros de la historia argentina. Se calcula que 3000 detenidos pasaron por allí.

Durante los años de plomo (de 1975 a 1978), "La Perla” también se ganó el apodo de "La Universidad”, porque los represores "aprendían” allí los métodos de tortura que luego se aplicarían en distintos puntos del país. El campo de concentración más grande del interior de país era el orgullo del Comando Libertadores de América, que integraban el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez; los capitanes Guillermo Ernesto Barreiro, Héctor Pedro Vergez y Jorge Ezequiel Acosta y el sargento Luis Manzanelli, entre otros más.
 
Sus instalaciones fueron utilizadas como los engranajes de una máquina de muerte y recibían a los prisioneros de toda la Zona 3 (porque los militares habían dividido al país en cinco zonas operativas) que abarcaba a todas las provincias del norte del país. El complejo cuenta con cuatro edificios de ladrillos (dos utilizados por los oficiales y suboficiales) y un tercero donde se encontraba "La Cuadra”, donde estaban todos los detenidos. No muy lejos de allí, se hallaba la "sala de terapia intensiva”, que no era otra cosa que la sala de tortura para los interrogatorios.

El sadismo y la perversión de los represores de La Perla no tenían límites. A los secuestrados se los sometían a violaciones sexuales y vejaciones, se los "picaneaba” con voltaje directo sobre el cuerpo magullado a golpes y, en algunos casos, mojado, se les practicaba el "submarino” (sumergiéndoles la cabeza en tachos de agua hasta que sentían que los pulmones explotaban) y otras prácticas más, con el fin de obtener la mayor cantidad de información posible de ellos.

Los detenidos dormían en camas de paja y se encontraban maniatados y vendados y cuando morían, a causa de la violencia salvaje de sus torturadores, eran trasladados en un camión y fusilados en un campo cercano al centro. Antes de descender del vehículo, eran maniatados, se los hacía arrodillar adelante un pozo y se les disparaba a quemarropa. Los cadáveres eran colocados en fosas comunes o quemados en los hornos que se encuentran dentro del predio.

En ese sentido, en el libro "Nunca Más” donde consignaron todos los horrores de la dictadura, se reveló que un campesino (que alquilaba los campos de La Perla) vio como se fusilaban a 120 detenidos y luego se prendieron fuego sus cuerpos en cisternas llenas de muertos. El año pasado, el Equipo Argentino de Antropología Forense anunció que se encontraron restos óseos humanos en el predio del ex centro clandestino de La Perla. El hallazgo de produjo en la zona de los hornos, ubicados a 5 kilómetros del casco del establecimiento y donde se encontraban los detenidos. Concretamente, el sitio donde se hallaron los huesos todavía se encuentra bajo control del Ejército Argentino y es una zona que habitualmente suelen utilizar los ciclistas que practican Mountain Bike y caminantes que aprovechan sus senderos serranos para ejercitarse.

En las inmediaciones de los hornos, existen algunas residencias que fueron abandonadas hacia años y que alguna vez fueron lujosas y estuvieron ocupadas por militares. El querellante en el juicio de la mega-causa de La Perla, el abogado Claudio Orosz, expresó que se trata del primer hallazgo de restos óseos humanos en el ex campo de concentración y señaló: "Estos hallazgos se han concretado por la información que pudimos obtener en el marco del juicio por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura. Ahora resta confirmar si los restos son de la época y si pertenecen a alguna de las personas desaparecidas. Es una noticia importante”.
La historia de La Perla se encuentra ligada también a Carlos Paz, no sólo porque albergó a varios detenidos y desaparecidos que fueron secuestrados en nuestra ciudad, sino también porque allí operaba el represor y vecino carlospacense Luis Cayetano Quijano, quien incluso hacía participar de las sesiones de tortura y los interrogatorios a su hijo de tan solo 15 años.

La carlospacense Beatriz Castillo es una sobreviviente del horror, fue secuestrada y torturada durante la última dictadura argentina, se encontró con su hija Adriana en prisión y fue una de las fundadoras de la Comisión en Defensa de los Derechos Humanos de Carlos Paz. "Fue algo horroroso y no debe olvidarse, los secuestros, las matanzas y las torturas. Mataron a mucha gente y sembraron el terror”; contó Beatriz, quien es un emblema de resistencia y dignidad.
 
El testimonio del hijo de Quijano

El hijo del represor carlospacense Luis Alberto Quijano, quien se desempeñara durante la última dictadura en los centros clandestinos de detención de La Perla y Campo de la Ribera, declaró que presenció torturas y que era obligado por su padre a trabajar para los militares.

Luis Quijano (hijo) tenía 15 años y por ser el hijo mayor, comenzó a cumplir diversas tareas en el Destacamento de Inteligencia 141 dependiente del Tercer Cuerpo de Ejército y se encargada de reunir toda la información vinculada a los detenidos. Había sido criado a los golpes por su padre, un oficial de Gendarmería que se especializaba en Inteligencia y que (tras el golpe de Estado) se integró a la temida "patota” de La Perla y participó en secuestros, allanamientos sin orden de detención, hurtos de bienes, torturas y desapariciones. "Mi tarea en el destacamento era destruir documentación clasificada. No se confiaba en los colimbas, por eso me pusieron a mí de encargado. Yo dependía de Aguilar, un oficial que era como mi tío y me hacía creer que yo también era un oficial de inteligencia. Yo tenía que destruir fotos, documentos, pasaportes, títulos, libros, todo lo que pertenecía a los detenidos. Me habían dado un arma y me llevaban con ellos cuando realizaban secuestros y allanamientos en Córdoba”; aseguró ante la justicia.

"Me daban casettes de las torturas para oírlos. No era agradable, pero estaba acostumbrado. Dos amigos de la escuela también los escucharon, porque yo los tenía conmigo. Para mí, era algo normal y no los tengo porque se me ordenó destruirlos. Sé que a los presos se los ataba de pies y manos a la cama y se les ponía el voltaje directo. Recuerdo que no se les podía dar agua porque morían de un infarto. Nadie se resistía a la picana, ellos (los militares) le decían la máquina”; completó Quijano, quien asegura que los horrores de "La Perla” marcaron su vida.

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