Una carlospacense trabaja en un crucero y hace la cuarentena en altamar
Constanza Arnaudo tiene 25 años, es oriunda de Carlos Paz y trabaja como fotógrafa de la empresa Royal Caribbean, que realiza cruceros en la zona del Caribe. Tras haber salido de viaje el pasado 22 de diciembre, fue sorprendida por la pandemia de coronavirus a bordo del barco y se encuentra en cuarentena en altamar. La embarcación se encuentra navegando en la zona del Golfo de México, cerca de Texas (Estados Unidos) y desde hace algunos días, se encuentra bajo un aislamiento estricto en medio del mar y sin saber aún la fecha exacta en que regresará a casa.
«Este es mi segundo contrato con esta empresa que realiza cruceros en el Caribe. Nuestro itinerario es Cozumel, Costa Maya, Grand Cayman, Belize, Jamaica y Roatan. Este viaje puntualmente inició en diciembre y mi contrato tendría que terminar el 21 de junio, pero desde el 15 de marzo se suspendieron todas las actividades. Hicimos el último crucero y ese mismo día, llegamos al puerto de Galveston en Houston y bajaron todos los pasajeros que estaban a bordo. Quedamos solamente los tripulantes que será un grupo de 1300 personas aproximadamente»; relató la joven.
«En un principio, nos dijeron que la empresa volvería a trabajar el día 12 de abril y entonces seguiríamos a bordo. Estamos con mucha incertidumbre y la ultima camada de tripulantes ingresó ese domingo 15 de marzo y otros se fueron. Ahí fue cuando la empresa empezó a mandar vuelos para que las personas que terminaban sus contratos puedan volver a casa, pero esos vuelos comenzaron a ser cancelados, muchos tenían las valijas armadas y no pudieron viajar porque en el aeropuerto se cancelaban los vuelos y tuvieron que volver a subir al barco. Estamos siguiendo un protocolo de seguridad de higiene, estamos higienizando nuestras áreas de trabajo y las áreas aledañas a donde nosotros vivimos y estamos separados en habitaciones»; agregó.
«Pasó la primera semana y después del 22 de marzo, fue todo más difícil. Nos dieron la información que la empresa volvería a trabajar el 12 de mayo y no en abril, entramos en un periodo de higiene y seguridad en el cual se cerraron muchas áreas del barco para impedir la circulación porque se detectaron casos sospechosos de coronavirus. Uno de ellos dio positivo y fue llevado al puerto de inmediato para quedar internado y a nosotros nos pidieron que estemos todos a dos metros de distancia y no juntarnos de a grupos mayores de cuatro personas. Esa semana se fue poniendo todo muy difícil, nos avisaron que iban a hacer todo lo posible para enviarnos a casa, pero justo leímos en los diarios que los aeropuertos argentinos estaban cerrados, así que no sabíamos cuando íbamos a salir del barco. La empresa realizó un listado dividiendo a la tripulación en dos grupos, uno de ellos con las personas que son las indispensables para mover el barco y mantenerlo, sumado la gente de cocina y restaurantes, que son las únicas personas trabajando y a quienes se les mantiene el contrato. El resto somos más de mil personas, seguimos a bordo sin contrato y en lo que sería el período de vacaciones, pero la empresa nos abonará un mes más de contrato»; relató Constanza.
Sin embargo, la situación se va complejizando y la joven fotógrafa añadió: «En las últimas horas, nos comunicaron que entrabamos en un período de cuarentena y nos iban a separar a todos en diferentes habitaciones. Vamos a estar encerrados durante quince días en habitaciones que suelen usar los pasajeros, cada una tiene ventana al exterior pero estamos varados en medio de la nada y lo único que vemos alrededor es mar y algunos buques cargueros. No estamos muy seguros de donde estamos, pero pensamos que estamos cerca del puerto de Texas. Todos los días nos acercan la comida a nuestras habitaciones y tenemos conexión a Internet las 24 horas y líneas telefónicas abiertas. Más allá de que nosotros estamos acostumbrados a estar encerrados, porque durante meses permanecemos arriba de un barco, ahora cada uno está por su cuenta y se hace complicado».
«Por ahí, nos asomamos en los balcones para decirnos buen día y gritamos para sentir que no estamos tan solos. No queda otra que esperar, lo que la empresa más quiere es que nosotros nos vayamos a nuestras casas, pero no podemos. Yo me siento segura acá, me siento mejor que en un aeropuerto donde puedo quedar varada y no saber cuándo voy a poder subirme a un avión»; completó la carlospacense.