El próximo sábado beatificarán a Fray Mamerto Esquiú

Será en Catamarca. El Vaticano le atribuyó la curación milagrosa de una niña que padecía osteomielitis y el Papa Francisco lo declaró beato. Su huella aún perdura en Córdoba y en Tulumba donde se lo venera desde hace años.
lunes, 30 de agosto de 2021 · 09:00

País.- El próximo sábado ante unas mil doscientas personas, beatificarán en Catamarca al exobispo de Córdoba Fray Mamerto Esquiú. La Comisión Teológica de la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano le comprobó un milagro que lo hará beato. El hecho ocurrió en Tucumán, y fue por la inexplicable curación de una recién nacida con osteomilietis femoral grave. 

Fray Mamerto Esquiú desplegó una intensa actividad pública como profesor, legislador provincial, periodista y Obispo de Córdoba en 1880.En el plano teológico-filosófico se consideraba discípulo de Santo Tomás de Aquino.

Si bien padeció los rigores de la precaria situación política del país, que le impidieron adquirir una formación sólida y sistemática, los principios políticos que profesó se compadecían perfectamente con una formación clásica. Esquiú nació el 11 de mayo de 1826 en la localidad catamarqueña de San José de Piedra Blanca y falleció el 10 de enero de 1883 en La Posta de El Suncho.

A lo largo de su vida sacerdotal, dejó una huella imborrable en su prédica en favor de los más humildes, de la educación y de las instituciones. 

A los 6 ya sabía leer o escribir y a los 9 estudió latín y lo anotaron como novicio en el colegio franciscano, el único que existía entonces en la provincia y donde además de primaria y secundaria, había estudios de filosofía y teología. 

A los 17 concluyó Teología, y se dedicó a ser maestro de escuela y antes de cumplir los 20 años fue profesor de filosofía. A los 22, finalmente se ordenó. 

Su manera de predicar, lo transformó en un medio para llegar al corazón de la gente en forma sencilla y directa. Pedían confesarse con él personas de todas las clases sociales. Se destacaba por sus sermones: “sin educación no hay progreso, no hay instituciones, no hay leyes, no hay civilización, no hay nada”, escribió.

Uno de sus sermones más famosos lo pronunció el 9 de julio de 1853 en Catamarca sobre la Constitución, en el que incitó al pueblo a acatar la Carta Magna con la que se terminarían con las luchas fraticidas en el país. Y brindó otro en la iglesia matriz el 28 de marzo de 1854 cuando asumieron las autoridades constitucionales. 

Su popularidad estalló: el gobierno dispuso la publicación de los dos sermones, ordenó publicar su biografía y hasta se le ofreció una subvención para que fuera a estudiar a París. Fue incluido en una terna de obispados vacantes.

Hizo todo lo posible para escaparle a esa popularidad. 

Después de la Navidad de 1882, hizo una gira pastoral por Catamarca y La Rioja. Rechazó un coche especial que le ofreció el ferrocarril y viajó en segunda clase. A dónde no llegaba el ferrocarril, debía trasladarse en carruaje.

El 8 de enero de 1883, después de celebrar misa, partió a La Rioja. Tomaba los remedios solo para complacer a quienes se los daba. El miércoles 10 de enero a las 14,30 llegó a la posta del Pozo del Suncho, donde lo esperaba mucha gente. Alcanzó a bendecirla antes de descomponerse. Falleció a las tres de la tarde acompañado por su secretario el presbítero Pedro Anglada y por un par de personas más. Tenía 56 años.
 

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