Un histórico de la Terminal de Ómnibus
Carlos Paz: La despedida del mítico Eduardo «Muzzita» Bas
A causa de una septicemia, falleció en un hospital de la ciudad de Córdoba el reconocido personaje carlospacense Eduardo Alberto «Muzzita» Bas.
El reconocimiento popular de «Muzzita» se fortaleció en su dilatada trayectoria en las instalaciones de la estación terminal de Villa Carlos Paz, donde trabajó de mozo y atendió por varios años en el kiosco de diarios y revistas.
Hincha fanático de Talleres, juez de boxeo y activo parroquiano de los bares que rodean al mundo del transporte, murió a los 60 años de edad.
.
Años atrás, el escritor Pedro Jorge Solans, con quien compartía el salón cafetero de Federico restó bar lo inmortalizó en su libro "Agua para mañana" versos para Villa Carlos Paz
(fragmento del libro en julio 2008)
Sobre un billete impersonal
habían escrito frases
que recordaban
al mítico “Muzzita” Bas,
cuando
custodiaba el baño
donde una bailarina
del teatro Luxor
se sacó los deseos
con un actor porno,
mientras otra actriz
lo esperaba sentada
en una mesa reservada.
“Muzzita” Bas fue un juez
de Box
acostumbrado a malas peleas
que daban como ganadores
a los árbitros;
por eso, en Federico resto bar
pedía encarecidamente
a los conocidos
que respirasen profundo
y rápido
para que se disipara
el mal olor,
que emanaba
el mal amor.
Lanzaba sonriente
desodorante de ambiente
para tapar las estampidas
de las cloacas;
y decía:
hasta que las hagan
y se vayan las ratas
y las cucarachas
de este pueblo,
que es el pueblo de todos,
que está tanto en el cielo
como entre nosotros,
santificado sea tu nombre
don Carlos
y que la Paz sea contigo…
y mostraba su sonrisa
sin dientes.
Fue un gran apostador
y retaba a cualquier jugador
a favor de su potrillo
al que obviamente
sólo un olor desagradable
podía aflojarle el rinde.
“Muzzita” Bas era tan generoso
que lo mataron por equivocación
como a Facundo Cabral
en Guatemala,
el 9 de julio del 2011.
Asombrosamente
como todo lo que pasaba
en Federico resto bar,
el apóstol de la paz y las buenas mesas
había vaticinado la muerte de “Muzzita” Bas:
¡Lo van a matar!
Sí.
Entre copas
de vino tinto
rojo profundo
varias noches antes
le dijo con voz
imperativa:
¡Cállate “Muzzita”!
¿Sabés lo que pasa?
¡A vos te va a matar
una mujer,
por mujeriego!
El bar completo se había agarrado la cabeza,
no por el anuncio
de la pobre muerte de “Muzzita”,
sino por la injusticia,
por la ironía
del destino,
y la causa del anunciado deceso.
Desde la esquina de Alvear y Belgrano,
donde los artistas
pasan para ir de noche,
pasan para ir al baño,
y don Carlos Paz
eligió su lugar de agua,
usurpando la estancia
de los ríos,
Facundo preguntaba
por la cotización de la peperina
en Wall Street
cada vez que llegaba.
Y se quejaba,
a veces con razón,
otras no,
porque no se veían las estrellas
y mucho menos
que alguna cayera.
¡Esto pasa, porque esta esquina
no se denomina Domingo Marimón!
Gritaba el autor de “no soy de aquí, ni soy de allá” (8)
como un predicador a capela.
Cierta vez,
la voz de Facundo
sacudió a la vecindad,
y la peluquería de Laura
estalló en un solo susto,
y volaron los ruleros
de las señoras bien alimentadas,
mientras
chancleteaban sus quejas
por el alboroto.
El parroquiano Iván Ocaña
ponía calma
y tranquilizaba
a la peluquera, angustiada
porque se le iban las clientas.
Iván sin soltar su maletín
relleno de papeles
sin sentido,
explicaba
que las que se fueron
volverían
porque a esa hora estaban
todas las peluquerías cerradas,
y señalaba a los ruleros
gateando por la vereda.