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«En Tránsito Perpetuo»

Leopoldo Teuco Castilla, doctor Honoris Causa por la Universidad de Salta.
miércoles, 28 de septiembre de 2022 · 16:27

EN TRANSITO PERPETUO

Sebastian Barrionuevo Sapunar

Hay muchas formas de  viajar, y las razones que pueden motivarlo son también infinitas, aún en el más empaquetado turismo de las denodadas planificaciones y  guías, nadie sabe del todo quién lo espera realmente en la llegada y a veces puede sospechar difusamente algo del regreso. Solo para el turista empedernido puede existir ilusoriamente la idea de que se va y regresa parecidamente a sí mismo. La poesía de Leopoldo Castilla es un viaje hacia un destino de recurrente descubrimiento, una dislocación de sentidos que por momentos nos emociona y por otros nos desmorona en una metáfora. Así como su comienzo cautiva, cada poesía atesora su remate disonante como un nuevo punto de partida.

Decía Ricardo Piglia que el origen de la narración puede ser el viaje de un hombre que sale de su comarca, y luego regresa a narrar lo que vio, la otra posibilidad que sugería es el de la adivinación, la de la lectura de las pistas y señales. Sin duda alguna, siempre tienen algo que contar, tanto el que se va como el que queda, la vocación del viaje no puede estar solamente atada a cambiar las coordenadas. El Teuco Castilla hace con la poesía una conjunción única de las variantes que señala Piglia. En su desplazamiento de un punto a otro del globo terráqueo, así como también en su permanencia en su sitio de origen, anda siempre trazando un redondeo ocular que está situado en el centro del territorio que eventualmente recorre. Puede ver como se ataranta el humo de la choza porque antes ya viajó con los numerosos pasos de la araña. Escucha el grito de las raíces de las algas por que vio huir todos los caminos del pulpo. De un árbol se amamanta un templo y el sol se ahorca en el horizonte. El Teuco se conecta con lo que está latiendo desordenadamente en el lugar y con las palabras compone el paisaje natural que está sucediendo “la belleza nunca toca la tierra”.  En sus libros muchas veces el dolor de la humanidad que testimonia hace que los continentes se confundan, y los países se tornen meras anécdotas para un atlas, otras veces, su poesía es una aldea única, situada en el territorio que lo inspira con precisas palabras. Difícil saber si Don Leopoldo llega hacer pie en alguna parte, o es que flota siempre con su infancia y anda en todas partes, caminando por el aire.

El  viaje de su escritura no está situada  fundamentalmente en la movilidad de una punta a la otra, sino en la concentración y el asombro con la que suele descifrar  el mineral que deslumbra el trópico, la geometría de la araña que se proyecta en la constelación, el tigre que se incendia con sus pasos coloridos,  el elefante que disuelve su monumental anatomía en el océano, es un niño que se instala en los yuyarales del baldío para recordar a sus abuelas. Detrás de alguna variante inimaginable aflora el viaje impredecible y revelador.  Su voz siempre está situada en el otro, su tarea es buscar apresar en las palabras lo que cada paisaje  está contando en sus latidos. El Teuco investiga los destinos que pisa, y regresa siempre conversando un nuevo idioma,  su fundamento es similar cuando tiene que hablar sobre el proceso creativo, habla la poesía no hablo yo, habla el lugar e impone su tono. No desdeña el trabajo que debe hacerse luego del alumbramiento poético. Pero aquello es posterior es la tarea del amanuense después del relámpago.  Es la poesía la que le carga las valijas y le compra los pasajes, aunque nunca se haya ido realmente de Salta, como sentencia en una coplita “de las penas, la más dichosa me vino a tocar a mí, yo soy lo mismo que el rio me voy sin salir de aquí”.

La actividad de cada lector es un proceso  voluntario y deliberado, uno puede seguir recomendaciones, sugerencias, consejos, pero muy de vez en cuando nos encontramos con algo que nos abre la fascinación y el desconcierto. Hay muchas formas de convertirse un viajero, un pasajero en tránsito perpetuo. La poesía del Teuco es un camino sin treguas en lo indecible la  cartografía de un paseante más allá del mundo, un transeúnte que decodifica con su sensibilidad lo que estaba latente en la corteza del árbol, o en el andar de un pingüino solitario o flotando en la manada o en el cosmos y así nos traza una línea de fuga… Leerlo es un viaje sin retorno, pues no te alcanzará la vida para leer como ese hombre comprende la muerte, el que contempla nunca se va.

 

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