«Trulalá» marcó la vida de tres generaciones
La historia de gloria y olvido de la calesita de Carlos Paz
Durante más de 40 años, llevó alegría a miles de niños y tuvo un triste final.La historia no la hacen sólo los grandes hombres, los monumentos y las obras faraónicas, también se construye en pequeños retazos de alegría que forjan recuerdos que nunca olvidaremos, un aroma, un lugar, una calesita. La calesita «Trulalá» dejó una huella imborrable en Villa Carlos Paz, donde tres generaciones dieron vueltas y vueltas persiguiendo una sortija o un sueño quizás.
Le pertenecía a Sebastián Rosell, conocido como «El catalán», fue adquirida en la década del setenta y fue mudándose por distintos puntos en el centro de la ciudad. Durante los últimos años, funcionó en la calle Alem y terminó guardada, con sus luces apagadas, en un frío depósito de Córdoba donde ningún niño reía ni se alegraba al verla.
Allí permaneció a la esperada de un espacio donde volver a girar, hasta que finalmente fue vendida a una empresa de Buenos Aires y se perdió para siempre.
Rosell falleció en abril de 2018 y años antes, había declarado en una entrevista con este medio: «En los 40 años que funcionó, cualquier persona nacida en Carlos Paz que en este momento tenga 50 años tiene que haber subido por lo menos una vez a la calesita, porque han pasado generaciones enteras».
Antonio Rosell es su hijo y contó a EL DIARIO: «La calesita fue fabricada en Rosario y comprada a una persona que no la estaba usando. Al principio funcionó en Alem y 9 de Julio y en 1976, se trasladó a 9 de Julio al 400, al lado de la pizzería La Corona. Allí estuvo hasta cerca del 1990 y luego terminó en calle Alem, frente a la Clínica Conde».
«Funcionó allí hasta el 2008 y una vez cerrada la sala de juegos, fue trasladada a un depósito en la ciudad de Córdoba donde fueron restaurados y vendidos. La calesita se vendió el año pasado a gente de Buenos Aires y fue desarmada. En aquel momento, la Municipalidad le dijo a mi padre que presentara los papeles para conservar la calesita, pero nunca sucedió y se perdió»; dijo.
«El catalán» Rosell tenía un gran afecto por su calesita y durante años, soñó con verla funcionar nuevamente en alguna plaza de Carlos Paz. «Él solo quería que la calesita siga funcionando, él falleció y quedó guardada. Quería que fuera instalada en alguna plaza, quizás la Plaza de los Artesanos o la Plaza de los Troncos. Tres generaciones pasaron por esa calesita, yo daba la sortija cuando tenía 7 años y después atendía durante cada verano. Ha sido parte de mi vida y me ha marcado, al punto que tengo una calesita en el Parque Sarmiento»; sostuvo Antonio.