Vivió en el Hospital Sayago hasta el 2019
La historia del perro de Carlos Paz que predecía el futuro
Por Pedro Jorge Solans. Fotografías: Gentileza Natalia González y Natalia Lema.Cuenta la historia que Sayagito era un perro callejero, y que llegó al hospital de Villa Carlos Paz acompañando a su dueño, quien había ingresado a la guardia luego de ser atropellado por un camión en la Avenida Cárcano. El accidente ocurrió cuando habían ido juntos a comprar pan y, pese al esfuerzo de los facultativos, el hombre, de aproximadamente unos 60 años, dejó este mundo mientras llamaba a su fiel amigo.
En la vida, el hombre sólo tenía al perro, y el perro a él. Habían generado un vínculo de amor y compañía que los ayudaba a vivir de una manera simple y sencilla. Se divertían con lo que tenían, en una precaria vivienda ubicada en el barrio Altos de San Pedro.
Desde esa tarde fatal, tras despedir a su humano, el perro hizo una ronda de reconocimiento en el hospital. Fue aquerenciándose de a poco. Los primeros días, entre la ausencia, el desamparo y el dolor, se sintió incómodo, todo era distinto para él y lo demostraba. Pero con el paso del tiempo fue ganándose el cariño del personal del hospital y de quienes iban a buscar asistencia médica.
Las historias y las leyendas siempre tienen misterios. Nadie sabe con precisión quién fue su compañero, fallecido en la terapia hospitalaria tras ser arrastrado por el viejo camión, ni quién, con el empujón del cariño, lo bautizó «Sayaguito», diminutivo inspirado en el apellido del médico tisiólogo que le dio el nombre al hospital municipal de Carlos Paz, Gumersindo Sayago.
«Sayaguito» se hizo querer por todos y todas, por propios y extraños. Se familiarizó con la vida hospitalaria. Parecía saber más de lo necesario, más de lo que podía mostrar un perro. Hay quienes dicen que cuando su humano lo llamó antes de morir, le transmitió los conocimientos que le hicieron convivir con sabiduría en el mundo que le había tocado. Otra versión afirma que el perro había aprendido en los pasillos hospitalarios a distinguir los olores de la muerte y de la vida. Lo cierto es que, con los años, los médicos y las enfermeras de la guardia, cada vez que ingresaba un herido grave, lo miraban a «Sayaguito». Si el perro se sentaba y bajaba la cabeza, el final era el peor, pero si «Sayaguito» seguía a la camilla hasta la puerta de la terapia intensiva, el paciente se recuperaba.
«Sayaguito» recibió la asistencia que se merecía, le daban de comer, lo abrigaban y hasta tenía licencia para dormir donde quería. Era muy respetuoso y consciente que había áreas donde no podía ingresar. Gabriela Cortéz, una ex enfermera que hoy reside en Brasil, junto a una de las recepcionistas, eran las encargadas del cuidado del animal, quien llegó a lucir modelos de abrigo confeccionados exclusivamente para él. «Hay uno muy recordado -contó la enfermera coscoína Natalia González, que presta servicio en la Unidad de Terapia Intensiva junto a su colega Natalia Lema- le tejimos un abrigo con una cruz y parecía integrante de la Cruz Roja».

El día que le detectaron los tumores, el hospital se puso en alerta y fue una lucha sin cuartel con ayuda de los profesionales de los caniles municipales hasta que «Sayaguito» decidió marcharse de este mundo. Como era lógico, la historia del perro sigue encendiendo misterios. No hay precisión del sitio donde fueron enterrados sus restos, si en el predio del hospital o en el lugar donde se encuentran los caniles. Por eso, hay quienes afirman que «Sayaguito» vive.