El recuerdo del devastador incendio
El día que Carlos Paz lloró cenizas, a un año del fuego
Una crónica y un relato en primera persona. (por Magalí Farías, periodista de EL DIARIO).La mañana del 9 de octubre del 2023, comenzó un devastador incendio que desató un infierno en la ciudad de Villa Carlos Paz. Durante tres días, los bomberos, las fuerzas de seguridad y los vecinos se unieron en una lucha incansable por salvar las casas, el monte y sus propias vidas del arrollador avance de las llamas en el sur de Punilla.
El pronóstico había anunciado el riesgo extremo de incendios forestales y no falló. Una temperatura por encima de los 30 grados, baja humedad y fuertes ráfagas de vientos conformaron el escenario perfecto para la tragedia.
Las primeras columnas de humo se asomaron en la zona oeste, en el barrio Colinas. Los que trabajamos en los medios de comunicación nos alistamos, agarramos las cámaras y todo lo necesario para cubrir la noticia. Coordinamos un punto de encuentro y nos dirigimos al viejo camino que conectaba a Carlos Paz con la localidad de Cabalango. Al llegar, nos advirtieron del peligro, el fuego estaba bravo y el viento era imprevisible. Las llamas alcanzaban varios metros de altura y los aviones hidrantes nos pasaban muy cerca. En un momento, todos comprendimos que la situación era más crítica de lo esperado.
Las horas pasaban y el incendio avanzaba por las sierras sin control, al punto que debió evacuarse la vecina localidad de Icho Cruz. Daba la sensación que se movía de un lado al otro a toda velocidad. Fue una tarde vertiginosa, cargada de tensión y desazón, las llamas amenazaban las viviendas, los animales y devastaba todo lo que encontraba a su paso. Mientras el humo nos envolvía, divisamos una casa a metros del fuego y en su balcón, un perro asustado y abandonado. Casi sin pensarlo, corrimos a sacarlo de la casa y lo hidratamos, durante el resto del día fue nuestro compañero de cobertura.
Él y nosotros, éramos testigos de la desesperación, de la gente que lloraba y corría por salvar sus pertenencias. Nunca supimos su nombre, lo dejamos varias horas después en un polideportivo que funcionaba como centro de evacuación
Aproximadamente a las 17 horas, junto a uno de mis colegas, nos adentramos por las calles de tierra entre Icho Cruz y Cuesta Blanca. El fuego tronaba como una explosión y las cenizas caían a nuestro alrededor. No se veía la línea de frente, pero se suponía que estaba al otro lado del río. En un segundo, el fuego se presentó ante nuestros ojos con toda su violencia y arrasó una casa sin que pudiéramos hacer más que presencia el poder de su destrucción.
Atrás nuestro, se apareció un policía empapado. Nos dijo que minutos antes había estado tratando de impedir que el fuego llegara a la casa, pero que el calor comenzó a quemarle la cara y decidió escapar. «Rompimos una puerta corrimos al baño y nos metimos bajo la ducha»; nos relató, los ojos le lloraban de la impotencia.
Ese lunes, hace un año, regresamos desde el sur viendo cómo una gran columna de humo se abalanzaba sobre Carlos Paz. íbamos en silencio, con la imagen de la casa quemada en nuestra cabeza. El incendio se había llevado mucho más que simple material, había quemado sacrificio, sudor, recuerdos y sueños.
Más de diez casas se quemaron ese día en el sur de Punilla, cuando la realidad superó la ficción. Llamas de 10 y 15 metros de altura rodeando viviendas, bomberos agotados y gente desesperada que corría de un lado al otro. Más de 3.000 hectáreas fueron consumidas en menos de 72 horas y tras la destrucción, llegó la solidaridad.
Se hicieron colectas y festivales para ayudar a los damnificados, los bomberos sintieron el afecto y el agradecimiento del pueblo y fueron ovacionados en las calles. Fueron días tristes que nunca más olvidaremos.