Guadix, un tesoro español

viernes, 29 de noviembre de 2024 · 13:37

Por Pedro J. Solans

 

Granada, España. Encontrarse con Guadix, Granada, es volverse pequeño y repetir el cuento de Eduardo Galeano, “ayúdame a mirar, que todo esto no entra en mis ojos”. La belleza al contemplar su patrimonio arqueológico, histórico y antropológico te lleva a otra dimensión. Después de descansar sobre unos cuantos de milenios en una cueva, -porque también Guadix es la ciudad de las cuevas- y de contemplar su cielo diáfano, me esperó la concejala de Cultura Encarnación Pérez Rodríguez.

Fui acompañado por el poeta y dramaturgo José María Cotarelo Asturias, y con la cordialidad de vecina y enamorada de su pueblo, nos recibió en el Ayuntamiento. Nos agasajó y reconoció la visita y nos mostró el patrimonio con toda la información necesaria.

 

La concejala de Cultura, Encarnación Pérez Rodríguez, entregó un pin con la bandera de Guadix a Pedro J. Solans.

 

Fue una visita mágica, un encanto. Las películas que se han filmado allí cuando fue un pequeña Hollywood y con su estepa de encinas sobresalía en la película Dr. Zhivago. Por las callejuelas milenarias llegamos a la Alcazaba donde, con el encanto pareciera que se toca el cielo.

Encarnación Pérez Rodríguez sabe que la historia de su amado pueblo no se puede sintetizar en una visita. Pero se esfuerza por mostrarla en en pocas horas, desde que Julio César la fundara.

 

Pedro J. Solans, Encarnación Pérez Rodríguez y Chema Cotarelo en el Ayuntamiento de Guadix.

 

La catedral, es considerada como la primera diócesis de toda la península ibérica, ya que su patrón San Torcuato, da testimonio de la presencia cristiana en Guadix desde el siglo I. Se erige como un faro cuando el río Verde crece y sus aguas cubren la rambla. Pero, claro, la arquitectura de esa mole se replica por los alfareros de la comarca.   

Nos despide la concejala con una sonrisa que inspira a volver: ¡Ay Guadix, qué tierra luminosa, que tiene España! Y como escribiese el poeta José Mª Cotarelo: “Eterna Guadix, que devoras la mirada del caminante/ y demandas sensibilidad y gusto/ y sonríes orgullosa de tus tradiciones/ de tus gentes fecundas, nobles, soberanas... la que el sol atavía con su manto dorado”.

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