Villa Carlos Paz
Decretemos que la buena gente no debe morir
Por Luis Hernán LópezLas 8 mil hectáreas que componen el ejido de Carlos Paz y las más de 100 mil personas que conviven a diario dentro de sus límites, hoy están de luto. Ramoncito Amaya, el cartero, el vecino, el amigo, el que nos invitaba a todos a festejar su cumple, ha comenzado la eterna gira que está reservada para los grandes.
Con Ramón nos cruzamos por primera vez en un duelo cuerpo a cuerpo allá por los ´80, en un picado de barrio. No había manera de entrar con la pierna fuerte porque el gordo, pese a ser el mayor del grupo, oficiaba de padre, pero del celestial, y siempre te regalaba una sonrisa y una palmada sobre el hombro derecho... “tranquilo Luisito, la próxima frenate unos metros antes”.
En los ´90, osamos armar un programa de deporte radial. Orso relataba, Ramón Amaya comentaba y a mí me tocaban los vestuarios y el campo de juego. ¡Qué decir, mis primeras armas dentro del periodismo junto a los grandes de la villa!. Nunca pensé que años más tarde iba a ser mi medio de vida. En ese momento, pasamos a ser eternos hermanos. De esos que reafirman: “hasta que la muerte nos separe”.
Yo ya trabajaba en El Diario cuando estacionó su moto en Esparta y Veronés, cuando vino con su gran idea: "Che Luisito, hacete un suplemento para los veteranos. Te va a ir bien". Ese día junto a mi otro hermano, Fabián Torres, creamos "El Tablón Deportivo ".
Sábado a sábado y por años compartimos la vida; y Ramón tenía razón, el suple de El Diario fue un exitazo.
Luego la vida nos encontró en "La Boutique de Barrio Jardín ", yo como encargado de la prensa y él como mi hermano mimado, el que entraba el vestuario con los jugadores.
Ramón te voy a extrañar hasta el infinito. En tanto, emitamos un DECRETO de NECESIDAD Y URGENCIA, que debería decir algo fundamental: QUE LA GENTE BUENA NO SE MUERA....que vivan siempre al menos en nuestros corazones.