Memoria completa

viernes, 19 de julio de 2024 · 12:54

Por Mariano Saravia

 

SÍ, es cierto lo que dicen “algunos”, en este país hace falta una memoria completa.

Pero NO en el sentido en que lo dicen esos “algunos”, queriendo poner al grupo victimario en el lugar de víctima, ni tampoco con la perversidad de la Teoría de los Dos Demonios. Nunca hay dos demonios en los hechos sociales genocidas. Siempre hay un solo demonio victimario y una víctima demonizada o a demonizar.

Hecha esa aclaración, SÍ es cierto que hace falta una memoria completa en nuestro país, porque es muy injusto que haya víctimas de primera y víctimas de segunda, o víctimas reconocidas y víctimas que seguimos desconociendo. La Argentina es un ejemplo en esta materia, por los juicios de lesa humanidad y por la justicia conseguida contra más de 500 genocidas que fueron condenados a cárcel común y efectiva en los últimos 20 años. Pero eso se circunscribe solamente al genocidio perpetrado durante desde 1974 en adelante. En cambio, con los otros hechos genocidas de nuestra historia, no hay ni Memoria, ni Verdad ni Justicia.

Por ejemplo, con la Masacre de Napalpí, que hoy 19 de julio de 2024 cumple 100 años. Aquel sábado frío de 1924, durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear, 400 seres humanos fueron aniquilados. Eran niños, mujeres, ancianos y hombres. Eran de las etnias qom (toba) y moqoit (mocoví). Los masacró la Policía del Territorio Nacional del Chaco, con la ayuda inestimable de los terratenientes, que estaban enfurecidos porque los indígenas de la Reserva Napalpí se negaban a levantar la cosecha de algodón. Estaban en huelga en reclamo de salarios dignos y mejorar las condiciones infrahumanas de trabajo. Fueron asesinados por racismo y por clasismo, por ser indios, pero también por ser trabajadores rurales con conciencia de clase. Hubo un plan sistemático desde el Estado para exterminar un grupo humano, por lo tanto, se cumplen todos los requisitos que establece la ONU para que lo nombremos como genocidio.

Por eso, hace falta Memoria completa, pero también Verdad y Justicia completa. Y agrego: Poesía.

Vamos por partes.

Memoria. Hoy es un bien escaso la Memoria, es un sentido en disputa en nuestra sociedad, por eso, más que nunca hay que hablar de Napalpí. Porque durante muchísimo tiempo la Argentina amnésica miró para otro lado e ignoró los distintos genocidios que esconde en su placar. Quienes no lo olvidaron nunca fueron los pueblos originarios, que callaron, pero lo guardaron en su memoria. Melitona Enrique tenía 24 años cuando fue la Masacre de Napalpí. Escapó ese día y también a las persecuciones de los días posteriores. Un tío le dijo que, si quería vivir, olvidara todo. Ella pasó su vida a medida que transcurría el siglo 20 sin abrir la boca, pero no olvidó nada. Todo estaba guardado en su memoria, como dice el gran León (el único león que sirve, Gieco). A principios del siglo 21, cuando encontró la persona confiable con quien hablar, dio rienda suelta a sus memorias.

Verdad. Esa persona confiable se llamaba Pedro Solans, periodista, escritor y poeta, chaqueño, misionero y cordobés. Con él habló y su testimonio se transformó en un libro fundamental que sacó la Verdad a la luz, después de más de 80 años. Ese libro se llamó Crímenes en Sangre, y la portada es una foto maravillosa de su hijo Santiago Solans, el actual director de El Diario de Carlos Paz. Una foto que muestra a la memoria hecha carne, con nombre y apellido: Melitona Enrique. Y la Verdad que salió a la luz fue por fin una Verdad completa, donde Pedro incluso consignaba la participación de su propio abuelo latifundista en la masacre. Por ese motivo, el poeta, el escritor, el periodista, el que rescató la Verdad, no pudo volver más a su pueblo Quitilipi, porque esa Verdad despertó la ira de sus primos que, por mandatos familiares, preferían la mentira, o por lo menos la omisión. Crímenes en Sangre acaba de ser reeditado para esta fecha por la editorial Librería de la Paz.

Justicia. Gracias a la Memoria que guardó Melitona, y gracias a la Verdad que sacó a la luz Pedro Solans, se pudo llegar finalmente a la Justicia. En el año 2022 se hizo el juicio por la Masacre de Napalpí, y el libro Crímenes en Sangre fue tomado como uno de los documentos fundamentales para probar la masacre. Finalmente, la Justicia Federal condenó al Estado Argentino por muchos delitos cometidos en la Masacre de Napalpí y “en el marco del genocidio contra los pueblos originarios”. Fue un click en nuestra historia, porque por fin las víctimas de este genocidio dejaron de ser de segunda, respecto a otros genocidios de nuestro país.

Sin embargo, fue una Justicia a medias. Porque el tribunal en su sentencia ordenó varias reparaciones que no se cumplieron nunca: un museo o sitio de memoria, que la Masacre de Napalpí se incluya en los planes de estudio de nuestra juventud y, sobre todo, que las máximas autoridades del Estado Nacional pidieran perdón a las víctimas en nombre del Estado. Lo mismo que había hecho el ex presidente Néstor Kirchner en la ESMA el 24 de marzo de 2004. Pero nada de eso ocurrió. En diciembre pasado terminó el gobierno “nacional y popular” y no pidieron perdón ni el presidente Alberto Fernández ni la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Parece que para algunos sigue habiendo víctimas de primera y víctimas de segunda. ¿A quiénes les vamos a exigir ahora que obedezcan al tribunal y pidan perdón por Napalpí? ¿Al actual presidente y a la actual vicepresidenta? Si ellos son la continuidad de los genocidas de hace 100 años…

Poesía. Pero si no hay Justicia completa, hay Poesía. Teodoro Adorno, uno de los principales pensadores de la Escuela de Frankfurt, dijo alguna vez que luego de Auschwitz era imposible la Poesía. Pero se equivocó. Volvió Pedro Solans, el poeta, el escritor, el periodista, el que había rescatado la Verdad con aquel libro Crímenes en Sangre. Volvió ahora con el poemario Melitona Enrique, amor y tierra (Editorial Sudestada). Allí, Pedro dice:

 

Melitona mañereó el destino / resistió bajo un samuhú

y padeció el calvario / sin conocer la cruz.

En aquel enero remoto / se encendió El Aguará.

Melitona venía del naciente / y su madre moría lucero.

En el mismo llanto / la niña abrió la boca

y de la estrella brotó leche.

En esa primera bocanada / Melitona tragó monte;

la madre, fuego.

En ese llanto / la madre fue leyenda,

tierra sin mal, Gualok, pájaro / y ella, voz, pasión y arraigo.

 

Se cumplen 100 años de la Masacre de Napalpí. Necesitamos una Memoria completa.

Y aunque no haya una Justicia completa, la Memoria siempre será una construcción que se nutre de Verdad, pero también de Poesía.

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