Consternación en la Pampa de Achala por la muerte del «Negro Sombras»

Nicolás Andrada murió la pasada semana víctima de una prolongada enfermedad. Fue un destacado vecino de la Pampa de Achala y uno de los dinamiteros del nuevo camino que une ambos valles.
domingo, 10 de enero de 2021 · 16:13

Por Luis Hernán López


Pampa de Achala/Río Los Sauces. Víctima de una prolongada enfermedad que lo aquejaba desde hacía algunos años, la pasada semana falleció Nicolás Andrada conocido por los pobladores de la Pampa de Achala y traslasierras como "el Negro Sombras". En los últimos meses, Andrada y su esposa María Susana Reyna, fueron trasladados por unos de sus hijos a su vivienda de la Comuna de San Lorenzo, donde finalmente murió.


El "Negro Sombras", fue hijo de las más de 30 mil hectáreas que componen que componen la Pampa de Achala: "es mi paraíso, acá nací y acá voy a dejar mis huesos" solía decir, mientras pitaba un cigarro armado en la galería de su casa, ubicada a unos cinco kilómetros del parador "río Los Sauces", localizado sobre el camino que une Villa Carlos Paz y Mina Clavero. 


El Negro Sombras, se fue o solo se desmaterializó en su propio entorno. 


¿Quién era el «Negro Sombras»?


Años atrás, El Diario publicó un artículo sobre Nicolás Andrada, el «Negro Sombras». A continuación reproducimos un extracto de aquella nota:


“El Negro Sombras” es un baquiano como pocos. Capaz de caminar en medio de oscuras noches decenas de kilómetros sin otra brújula que su propio instinto, rastreó pumas que hacían daño a manadas de ovejas de vecinos, siguió la huella de personas extraviadas y trabajó como dinamitero en los consorcios que construyeron el actual camino de las Altas Cumbres. Allí se jubiló.


El hombre no sabe qué es el Whatsapp, ni el Facebook, no le interesa ni quiere saber tampoco: “Sé que los niños (los nietos) joden con eso”, señala a la vez que lanza una contagiosa carcajada. Sin embargo conoce a cada vecino que vive a leguas, y pese que hace mucho que no los cruza, conoce casi a la perfección los males que les aquejan a cada uno de ellos y los proyectos que tienen para el futuro. Es curioso pero en la Pampa de Achala es así: el relato de quienes llevan alguna noticia es el tesoro que protegen para luego contarlo. Por eso detallan lo que alguna vez contó su abuela y la abuela de su abuela. La tradición oral continúa en la zona en su máximo esplendor.


Tienen carros tirados por bueyes o caballos, hacen sus propios quesos y chanfainas. Derriten la grasa donde fritarán exquisitos manjares para ellos y sus visitantes. No contaminan y prácticamente no usan combustible.


Cada habitante de la Pampa de Achala lleva consigo los genes de los primeros pobladores de ese desierto de piedra. Los que habitaron en aleros y construyeron ranchos que el tiempo transformó en viviendas, en su mayoría levantadas con piedras de la zona que le dan una armonía perfecta con el ambiente que los rodea.


Bien abrigado, pese al calor reinante, se encuentra sentado en el patio de su casa, poblado de mimbrales y sauces llorones, Nicolás Andrada, conocido en cada rincón de esa inmensidad como “El Negro Sombras”. Tiene un relato vívido y está ansioso de detallar cuestiones cotidianas que hacen a la vida misma y a la rutina de mirar ese paisaje interminable. Sus hijos viven en los poblados cercanos, pero pronto comenzarán a regresar y repoblar esa tierra que les pertenece por añadidura. Junto a su esposa, María Susana Reyna, crían vacas, corderos, pavos, gallinas, recogen huevos, esquilan, siembran verduras y cosechan frutos de arboles que rodean su entorno. Su cocina está apartada de los dormitorios y es el escenario principal donde desarrollan lo cotidiano. Allí la mujer aprovecha cada músculo de lo que han carneado para alimentarse y cada semilla que puede servir para una buena cosecha.


La vida diaria de los habitantes de la Pampa de Achala se ilustra por lo que manda el clima o las propias necesidades. Con veranos calurosos de noches frías e inviernos crueles, la vida va plegando el alma y construyendo hábitos de supervivencia. Es muy difícil que los sorprenda un cambio de clima brusco o una pedrea inesperada.

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