Caso Castana
Carlos Paz: Los ataques sexuales en el Cerro de la Cruz
Una coincidencia de ADN reveló la existencia de un violador serial que actuó entre 2004 y 2015.La quietud de la causa se rompió cuando las pruebas de ADN revelaron que Andrea Castana fue víctima de un violador serial que atacaba en el Cerro de la Cruz. A partir del trabajo realizado por la instructora Silvana Pen, se encontraron coincidencias entre el material genético hallado en el cuerpo de la víctima y el ADN de un ataque ocurrido en 2004.
La sorpresa fue mayor cuando se descubrieron otros tres casos registrados en 2004 y 2005, respectivamente. La teoría de un crimen por encargo se desvanecía, dejando al descubierto una inquietante verdad: un agresor sexual serial acechaba en las sombras.
Las sobrevivientes lo describieron como un hombre de piel morena, delgado pero fuerte, de aproximadamente 1.80 metros y de una violencia desmedida, tanto física como verbal. En cada ataque repetía una conducta similar. Se abalanzaba sobre mujeres solas, atacándolas con una brutalidad aterradora en un sector específico del Vía Crucis, entre las estaciones 8 y 9 del sendero, arrastrándolas hacia el Camino de los Burros, donde las sometía sexualmente. Su modus operandi se repetía: actuaba durante los días de semana, en las primeras horas de la tarde, y tras cometer sus atrocidades, se escabullía.
Andrea fue su única víctima fatal, la mató por estrangulamiento y la hipótesis es que habría intentado callarla.
El primer indicio de su carrera criminal se remonta al 19 de mayo de 2004. En un día de otoño, entre las 13:30 y las 14:00 horas, una mujer de 29 años fue sorprendida por dos hombres, ambos de aproximadamente 26 años, vestidos con buzo y jean oscuro. Uno de ellos la amenazó con un cuchillo, mientras el otro daba las órdenes. Se apoderaron de sus pertenencias: un chaleco, un buzo negro, zapatillas, una radio portátil, un reloj y la licencia de conducir, y luego desaparecieron por el Camino de los Burros. Se sospecha que el violador era uno de esos hombres, dando sus primeros pasos en el mundo criminal..
Pocos meses después, un caso se convertiría en una pieza clave para la investigación: la violación de una mujer oriunda de barrio La Quinta. Ella no solo aportó un desgarrador relato de su experiencia, sino también material genético. El ataque ocurrió el 6 de octubre, alrededor de las 16:30 horas, cuando la víctima, de 26 años, fue interceptada en un tramo del sendero que se ensanchaba. Su atacante, un hombre de aproximadamente 30 años, vestía un pantalón largo, gorra, una remera oscura con mangas rojas y llevaba una mochila. La tomó por detrás y le puso un revólver en la espalda. Bajo amenazas, la llevó al Camino de los Burros y la abusó sexualmente dos veces. Tras la violación, se apoderó de su cartera de cuero, un walkman, zapatillas y el celular.
Ella escuchó sus pasos alejándose, pero tardó en moverse, temiendo que volviera a matarla.
Se cree que el agresor también fue responsable del abuso sexual que padeció una periodista deportiva de Rosario, ese mismo año, en el mismo lugar.
El 19 de octubre del 2004, la mujer de 28 años fue sorprendida por un hombre que se le apareció de unos arbustos. Llevaba un jean gastado, un buzo polar de color rojo y negro y un pasamontañas. La amenazó con un arma de fuego y le arrebató su celular, luego intentó llevarla fuera del sendero. En un acto de valentía, ella lo empujó y se lanzó por un barranco, rodó y corrió hasta que llegó a una calle, donde pidió auxilio a una chica que iba en una moto.
El cuarto caso se registró el 28 de julio de 2005, cuando una joven estudiante de 20 años fue interceptada por el agresor, quien la arrastró hacia la montaña. Vestía un jean oscuro, una remera roja y una gorra azul. Le cubrió la boca con una mano para silenciarla, la tiró al suelo y la arrastró del pelo. Después comenzó a golpearla mientras le gritaba: «Cállate o te mato». Intentó bajarle el pantalón pero ella forcejeaba y lo sujetaba con todas sus fuerzas. En ese momento, escucharon que pasaba gente por el sendero y se detuvo. Le dijo que debía dejarla ahí, pero ella le rogó que no lo hiciera. Le colocó la gorra para ocultar los golpes en el rostro y le pidió que caminara a su lado por el sendero hasta la estación 2, donde desapareció.
El silencio se apoderó del cerro durante una década, hasta que ocurrió la violación y asesinato de Andrea Castana.