Tulumba y la magia de caminar de la mano del pasado

domingo, 1 de diciembre de 2019 · 13:21

Por Luis Hernán López

 

Fue capital de la provincia de Córdoba. Allí nacieron héroes y villanos. En la villa de Tulumba se escribieron páginas imborrables de la historia cordobesa y del futuro de la Nación. De allí eran los hermanos Reynafé. Allí se planificó el asesinato del caudillo Facundo Quiroga. Todos los febrero el pueblo homenajea al granadero  José Márquez, héroe tulumbano que integró las huestes del Padre de la Patria. Márquez murió en el combate de San Lorenzo.

El alto estigma que provocó el asesinato del caudillo Federal Facundo Quiroga en Barranca Yaco, aún subsiste en el pueblo de villa de Tulumba. Una certera bala cambió la historia  ese trágico 16 de febrero de 1835. Salió del trabuco de Santo Pérez y le atravesó un ojo, mientras el gran Capitán abandonaba el interior de la carreta preguntando con voz de mando: “Quién manda esta partida”.

Aseguran que el asesinato de Quiroga fue planificado en la villa que por ese entonces era capital de la provincia. Por esos años, los mandamás cordobeses  eran los hermanos Reynafé, tulumbanos de estirpe que han dejado sus huellas impresas en el territorio. Aún sobrevive el solar familiar. Allí nacieron, allí se desarrollaron, allí iban a misa, y a las cuadreras domingueras. Eran jefes, jueces de raya y ninguno de los parroquianos era capaz de dudar de sus sentencias.

Llegar a la Villa de Tulumba es animarse a caminar de la mano con esta porción de la historia, donde cada detalle te acompaña  e invita a revivirlo. Fue refugio de incansables caminantes e ícono colonial del norte cordobés.

Los hitos religiosos, su naturaleza agreste se emparentan con el antiguo Camino Real, cuyas postas están a la vista. La villa tiene el pedregal que demarca cada calle, de veredas angostas cercadas por paredes rústicas donde lucen farolas añejas. Casonas de hasta tres siglos atrás amojonan aún más su rica historia.

La iglesia de Nuestra Señora del Rosario (1882), intenta proteger  las ruinas de la antigua capilla. En su interior, se  destacan un antiguo tabernáculo de estilo barroco y las pinturas del artista Martín Santiago.

Su entorno natural es uno de los más agrestes; sin embargo, el río Suncho que atraviesa de oeste a este la localidad es el principal punto de encuentro entre tulumbanos y visitantes.

 

Entre héroes y villanos

 

Todos los febreros, el pueblo de Tulumba rinde homenaje a uno de sus máximos héroes: El granadero José Márquez. El soldado de San Martín había nacido  en el curato de Tulumba, creado en 1749 por Pedro Miguel de Argandoña, obispo del Tucumán, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario. 

De origen humilde, quedó huérfano de padre a temprana edad. Su madre, al enviudar, se marchó hacia Buenos Aires a trabajar como empleada doméstica para una familia patricia, recomendándole la crianza de su hijo a una de las abuelas.

José trabajó desde chico como peón rural en la estancia de los Cabrera, descendientes del fundador de Córdoba, Jerónimo Luis de Cabrera. En eso estaba cuando el teniente coronel de Caballería y comandante del Escuadrón de Granaderos José de San Martín lo reclutó como soldado para su regimiento.

 “Se calcula que tenía alrededor de 18 años cuando se incorporó a la tropa”, señala  Ana Claudia Dávila, actual secretaria de Cultura de Villa Tulumba.

José Márquez fue uno de los 125 granaderos que tuvieron su bautismo de fuego el 3 de febrero de 1813, en el combate de San Lorenzo. Ese día, 250 realistas provenientes del Uruguay –donde los españoles habían establecido el último bastión del virreinato del Río de la Plata– incursionaron una vez más por el río Paraná en busca de alimentos y desembarcaron con furia en San Lorenzo, cerca de la actual ciudad de Rosario. Allí los esperaban dos columnas. Una al mando de San Martín y la otra dirigida por el capitán Justo Bermúdez. Ese día José Márquez pasó a la eternidad. El joven tulumbano se transformó en héroe de la población que aún recuerda su memoria.

 

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