Salud
La neumonía por aspiración es la complicación más temida de la disfagia
El trastorno en la deglución, también conocido como ‘disfagia’, surge en el marco de enfermedades avanzadas o en procesos de rehabilitación como por ejemplo luego de experimentar un ACV. Esta dificultad para tragar alimentos, bebidas o hasta la propia saliva, representa un riesgo elevado de complicaciones asociadas, como neumonía por aspiración, deshidratación y malnutrición.
La complicación más temida de la disfagia es la neumonía por aspiración, pero también contribuye a que el paciente paulatinamente vaya desnutriéndose, presente una disminución progresiva de su masa muscular y desarrolle problemas óseos que podrían impactar negativamente en su recuperación, con mayor riesgo de caídas y un condicionamiento de su autonomía.
“Los signos principales que pueden estar indicando la presencia de disfagia y que requieren una evaluación a cargo de un equipo multidisciplinario, son tos o ahogos al comer, disfonía, voz húmeda luego de deglutir, dolor al tragar, babeo, problemas para armar el bolo alimenticio y dificultad para cerrar bien los labios”, informó la Dra. Ton, Jefa del Servicio de Fonoaudiología Clínica de CIAREC (Clínica de Internación Aguda, Rehabilitación y Cirugía).
Para el tratamiento de la disfagia, las especialistas coinciden en que la base es una terapia rehabilitadora, donde se estimula y ejercita el mecanismo deglutorio con distintas estrategias posturales, conductuales, maniobras deglutorias e intervenciones sensoriales, entre otras.
El tipo de alimentación que el paciente con disfagia requiere es muy individual y debe personalizarse en función de la evaluación deglutoria que se le haya realizado. En general, se prefieren consistencias blandas, suaves, homogéneas, húmedas, que requieran nada o poca masticación, sin dobles consistencias. Idealmente, ingestas de poca cantidad, ofrecidas varias veces en el día, bien enriquecidas.
“En general, los líquidos suelen presentar las mayores dificultades, ya que discurren con facilidad y son difíciles de controlar en la cavidad oral, aumentando el riesgo de aspiración a la vía respiratoria. En este sentido, la utilización de espesantes que aporten mayor consistencia a los líquidos es una estrategia efectiva que hace más seguro su consumo”, consignó la Lic. Ferreira, miembro del Grupo de Estudio de Disfagia de la Asociación Argentina de Nutrición Enteral y Parenteral (AANEP).
Estos ‘espesantes instantáneos’ son productos que ayudan a mantener la consistencia de los alimentos y bebidas y a hacer más segura la deglución. Contribuyen a lograr la consistencia deseada de alimentos y bebidas y a evitar la deshidratación en estos pacientes.
Para aquellos casos en que el individuo no pueda comer por boca, la vía de alimentación de elección es la alimentación enteral, que es la que se administra a través de una sonda y que permite aportar todos los nutrientes necesarios para mantenerse saludable.
El testimonio de quienes lo padecen
Mi nombre es Margarita, tengo 68 años y en el año 2019 sufrí un ACV. Cuando me desperté me costaba entender un poco lo que decían, tenía una sonda en la nariz, por donde me alimentaban, y complicaciones respiratorias, consecuencias de mi enfermedad de los pulmones (EPOC).
Cuando estuve en mi casa, mis hijas comenzaron a preguntar al médico cómo hacían con la alimentación, ya que me dieron el alta con muchos medicamentos, pero poca información en cuanto a tratamientos que debía realizar.
Empezamos con una primera consulta con la Fonoaudióloga, que me evaluó y solicitó un estudio para ver mi deglución.
Ahí nos dijo que tenía Disfagia, nos pidió un control con una nutricionista porque me explicó que todavía no podía comer mi tomar nada por la boca.
Pasaron varios meses de rehabilitación con fonoaudióloga y todavía no me permitían comer por la boca, porque me explicaban que la comida se iba al pulmón.
Tuve otras complicaciones de salud mientras pasaban los meses y fue necesario que me colocaran un botón gástrico y ya habían pasado muchos meses alimentándome por sonda nasogástrica. Pero no baje los brazos, seguía con mis tratamientos, porque sabía que la Virgen y Dios me protegían en este camino que me tocaba transitar.
Todo el año de pandemia hice tratamiento y con alegría empezaron a probarme comida por la boca, siempre como papilla, usaba espesante para mi café y el agua, porque si tomaba líquidos sin ponerle espesante, tosía.
La fonoaudióloga, la nutricionista y una persona que nos ayudaba con la preparación de algunas recetas nos pedían que no comiera todo de un mismo color. Entonces, armaban mi plato según lo que podía comer, porque soy diabética, con la carne por un lado y las verduras por otro, todo hecho puré, pero separado para poder diferenciar cada comida y sentir diferentes sabores.
Después, como iba mejorando, fui incorporando otras comidas y ya podía comer en pequeños bocados y no necesitaba pasar todo por la procesadora.
En 2021, pude volver a tomar agua y café sin usar espesante y ya no tosía al tragar. Empecé a comer las comidas tranquila, despacio, sin hablar ni mirar tele.
Cada vez fui mejorando y no fue más necesario usar los suplementos por sonda gástrica, lo que fue un alivio para la familia.
Ahora como y tomo todo por la boca, fue un camino largo, pero nunca bajé los brazos, mi familia, los profesionales que me acompañaron y mi fe hicieron que pueda estar feliz de volver a cocinar y disfrutar con ellos cada comida cuando vienen a visitarme.
¿Cómo es vivir con disfagia?
Testimonio de Mónica (nombre real modificado) la hija de una persona con disfagia
¿Cómo llegamos a la disfagia?
Mi papá se descompensó en abril de 2020. Lo trasladaron a un centro de salud en medio de la pandemia. Un neurólogo vio que su diagnóstico no era neumonía, sino que tuvo un ACV y envió especialistas como un nutricionista y una otorrinolaringóloga. Esta última determinó que se debía colocar una sonda y alimentarlo por ese medio debido a que todo lo que él estaba ingiriendo no estaba yendo al estómago.
Mi papá no podía hablar, le costaba respirar y mucho menos podía comer. Esto pareciera una cuestión menor al ACV que había sufrido; sin embargo, para un hombre que se dedicaba a la política hablar era vital y para un padre de familia numerosa, un anfitrión de eventos, dejar de comer era una acción que no estaba en sus planes.
Recuerdo los primeros días de internación domiciliaria, no podíamos darle de probar ni una cucharada de agua por boca porque él se atragantaba. La angustia que tenía lo debilitaba cada día. No dormía porque extrañaba sus actividades. No hablaba porque, al no poder movilizarse independientemente, se hundía en un estado de tristeza interminable.
El encierro y la falta de profesionales que atendieran en el domicilio no ayudaban. El neurólogo solicitó interconsulta con una fonoaudióloga. La llamamos y ella nos dijo que lo asistiría dos o tres veces por semana. Nos enseñó los ejercicios para que mi papá pudiera rehabilitarse. No puedo explicar la ilusión que él tenía de volver a hablar y, por supuesto, volver a probar sabores y sentir el gusto de la comida.
No fue un trabajo fácil, requiere de un buen profesional comprometido con su labor y de mucha perseverancia por parte del paciente. Nosotros creemos que la conexión afectiva que generó la fonoaudióloga no sólo con mi papá (su paciente) sino con nosotros (su familia) hizo a que este proceso de recuperación fuera más llevadero. Ella contestaba todas nuestras dudas, jamás faltó a una de sus consultas y siempre llegaba con una alegría que hacía que mi papá se levantase de la cama con entusiasmo porque sabía que ese día tenía sus ejercicios con ella y quería mostrarle sus avances.
A medida que fue evolucionando y probando lentamente los alimentos, ella nos sugirió que le hiciéramos comidas que a él le gustasen y nos enseñó cómo hacerlo adaptando la solidez de cada una según los momentos del proceso en el que papá podía tolerar la ingesta. A veces, sólo podía tragar una cucharadita y, luego, se atragantaba. Pero eso no importaba porque para él ya era todo un logro comer algo, por más poco que fuera. La fonoaudióloga le decía qué debía hacer si se atragantaba y lo alentaba a seguir con los ejercicios. Tuvimos que adaptar recetas familiares usando el espesante para que él pudiera sentir sabores que le eran familiares y que los pudiera tragar.
Los profesionales que se ocuparon de su caso nos recomendaron el mejor tratamiento para que él volviera a tener la vida que tenía antes del ACV. Si bien sigue con tratamiento neurológico y acompañado de su nutricionista, el mayor logro fue haber dado con una profesional que no solamente le brindó el seguimiento ininterrumpido hasta lograr que volviera a alimentarse solo sino el sostén afectivo que necesitaba para recuperarse.