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Los secretos para hacer una salsa blanca perfecta
Es un básico que fácilmente puede convertirse en un ingrediente estelar para tus platos más deliciosos.La salsa blanca, también conocida como bechamel, es una de las preparaciones más versátiles y queridas en la cocina. Desde el acompañamiento ideal para las lasañas hasta la base de exquisitas salsas gratinadas, su simplicidad esconde una serie de secretos que pueden marcar la diferencia entre una buena y una excelente salsa.
En este artículo, te presentamos los secretos mejor guardados para conseguir una salsa blanca perfecta.
Ingredientes de calidad: La base de una buena salsa blanca son los ingredientes. Utiliza manteca fresca y harina de trigo de buena calidad. También es fundamental optar por leche entera, que aportará cremosidad y un sabor más rico. Evita las leches desnatadas o las que contienen aditivos, ya que pueden alterar la textura y el gusto final de la salsa.
La técnica del roux: El roux, mezcla de manteca y harina, es el corazón de la salsa blanca. Para prepararlo, derrite la manteca a fuego medio y, una vez derretida, añade la harina, removiendo constantemente. Este proceso debe durar de 2 a 3 minutos para evitar que la harina sepa a crudo. El roux debe adquirir un ligero color dorado, sin llegar a volverse marrón.
Agregar la leche lentamente: Una vez que el roux está listo, es hora de agregar la leche. Este paso es crucial: añade la leche poco a poco, batiendo constantemente con un batidor de varillas. Esto ayudará a evitar la formación de grumos y garantizará una textura suave. Es recomendable que la leche esté a temperatura ambiente o ligeramente caliente para facilitar la integración.
El punto de cocción: La salsa blanca debe cocinarse a fuego medio-bajo. A medida que la sartén se calienta, la salsa empezará a espesar. Cocina durante unos 10 minutos y no olvides remover constantemente para evitar que se pegue al fondo. La salsa estará lista cuando cubra el dorso de una cuchara.
Sazonar con sabiduría: El último toque para elevar tu salsa blanca es la sazón. Añade sal al gusto y un poco de nuez moscada, que aporta un sabor característico. Algunas recetas incluyen un toque de pimienta blanca para realzar el sabor sin alterar el color.