Salud
¿Adiós a los 36,6 grados? El nuevo estándar de temperatura que redefine la medicina
Durante más de un siglo y medio, la temperatura corporal "normal" en los seres humanos ha sido considerada como un estándar prácticamente inquebrantable: 36,6 grados centígrados. Sin embargo, un reciente estudio científico dirigido por la Universidad de Stanford ha puesto en duda esta cifra, revelando que la temperatura media del cuerpo humano ha disminuido progresivamente, lo que sugiere que el estándar actual podría estar desactualizado.
Un cambio histórico en la referencia médica
La cifra de 36,6 grados fue establecida en 1868 por el médico alemán Carl Wunderlich, quien llevó a cabo un exhaustivo estudio en el que midió la temperatura de más de 25.000 personas, registrando un millón de mediciones. Con estos datos, Wunderlich concluyó que la temperatura "normal" del cuerpo humano era de 37 grados o ligeramente inferior, un valor que fue ampliamente aceptado por la comunidad científica durante más de 150 años.
Con el tiempo, revisiones posteriores ajustaron este umbral. En 1992, el Journal of the American Medical Association publicó un estudio que redujo ligeramente el estándar a 36,5 grados, mientras que la Academia Americana de Médicos de Familia determinó que cualquier temperatura superior a 37 grados indicaba fiebre. Sin embargo, los resultados del estudio reciente de Stanford sugieren que el nuevo valor de referencia debería ser aún más bajo.
Un análisis de 150 años de datos
El equipo de investigación liderado por Julie Parsonnet, de la Universidad de Stanford, analizó cientos de miles de registros de temperatura corporal recopilados a lo largo de los últimos 150 años. Los hallazgos muestran una disminución gradual de la temperatura media del cuerpo humano, lo que plantea un nuevo estándar de 36 grados centígrados, en lugar de los 36,6 grados tradicionalmente aceptados.
Este cambio en la temperatura media del cuerpo humano resalta la necesidad de revisar y actualizar los estándares médicos basados en las evidencias científicas más recientes. Los investigadores apuntan que, aunque las causas exactas de esta disminución no están completamente claras, es posible que factores como las mejoras en la salud pública, el acceso a la atención médica y las mejores condiciones de vida hayan influido en este cambio.
¿Por qué ha bajado la temperatura corporal?
Una de las teorías propuestas por los investigadores es que, en el siglo XIX, las personas sufrían con mayor frecuencia de infecciones y enfermedades que podrían haber elevado su temperatura corporal. A medida que la medicina y las condiciones de vida mejoraron, la prevalencia de enfermedades infecciosas disminuyó, lo que podría haber contribuido a la reducción gradual de la temperatura media.
Este descenso refleja una evolución en las condiciones de vida y salud pública, marcando un cambio significativo en lo que se considera "normal". Además, los avances en la medicina, como el control de infecciones y la mejora en el tratamiento de enfermedades, también podrían haber influido en este fenómeno.
Implicaciones para la práctica médica
Este descubrimiento tiene importantes implicaciones para la medicina moderna. Los estándares de diagnóstico que dependen de la temperatura corporal, como la detección de fiebre, podrían necesitar ajustes para alinearse con esta nueva realidad. Por ejemplo, los umbrales para determinar si una persona tiene fiebre podrían ser revisados a la baja, considerando que la temperatura "normal" ya no es la misma que hace un siglo.
Además, el estudio sugiere que la temperatura corporal podría seguir evolucionando con el tiempo, en paralelo a las mejoras en la salud global. Este cambio podría influir no solo en cómo se entienden y gestionan las infecciones, sino también en el tratamiento de otras afecciones médicas, como trastornos metabólicos o enfermedades autoinmunes.
En conclusión, la disminución de la temperatura corporal media no solo redefine lo que consideramos "normal", sino que también subraya la importancia de mantener los estándares médicos actualizados, en función de las evidencias científicas más recientes, para garantizar una mejor atención y diagnóstico para los pacientes.